martes, 19 de abril de 2011

La Bóbeda de Pablo


Me cuesta dormir con un Transformer en la calle. 

El portero me ha dicho que vino del espacio para protegernos, pero yo no lo creo. Me mira de reojo. No le gusto. 

Cuando me acerco a su tramo me cruzo de acera. Camino de puntillas, no quiero despertarle, no sea que aplaste nuestras casas como el Mazinger Z en la Gran Vía de José Liébana.

Pero no me quejo, que todavía tengo luz y vistas. Mis vecinos no han tenido tanta suerte. Cuando abren las ventanas se ven a sí mismos reflejados en el dichoso revestimiento negro de Alpolic.

Los zaragozanos ya saben a quién me refiero: al Museo Pablo Serrano. Le llamo quién porque está vivo, no os engañéis. Está vivo y quiere devorarnos. 

Es el fruto de la mente de Jose Manuel Pérez Latorre, de alguna pesadilla, seguro. Un despropósito arquitectónico que nos hace preguntarnos, especialmente a mis vecinos, los del Alpolic: 

Jose Manuel ¿por qué nos odias?


Ahí lo tenéis, en estado de reposo. Parece que está tranquilo pero es una ilusión óptica. Los pobres obreros que lo limpian, colgados con arneses desde arriba, os dirán que se resiste. También les da faena a los que, desde abajo, se esnucan y esriñonan intentando manejar los palos flexibles de tres metros con cepillo en la puntera total pa na, porque con cuatro goticas se pone echo una facha (el Alpolic es lo que tiene, el barro aragonés no le sienta bien). 

Estamos todos tan hartos que hemos organizado un Grupo de Resistencia Vecinal, empezamos la semana pasada con unas jornadas de concienciación sobre el tema:

"¿Cuánto daño hace el Diseño a la vida real?"

Pero no es suficiente. Hay que llevar la lucha a las calles, y yo, que soy una chica guerrera, quedé con un amigo para infiltrarme en la línea enemiga. El sábado pasado entré en el Museo, y esto es lo que vi:

El Transformer te recibe de buen rollo, es decir, gratis. Tiene una bonita pared azul y una sala con las fotografías, esbozos y planos del Proyecto desde el principio, cuando aún era un boceto dibujado en una bolsa del Ikea. 
No deja de ser un bebé y a lo tonto, a lo tonto, le tomas cariño. 



Después te hace jugar: escaleras, cristaleras, vértigo, hermosas vistas de la calle inaccesibles de otra forma. 

El Museo te lleva a hacerte preguntas:

¿Hace cuanto que los Pérez no pintan el balcón?

¿De dónde habrá sacado la Encarna pa cambiarse las ventanas a climalit, si están los dos en paro desde hace un año?

Y a todo esto ¿la Reme de qué va? ¿Pues no se ha montao una piscina de goma en la azotea?  Pero si es comunitaria!

Para terminar y hablando de azoteas, en el Museo tienen una atracción en el tejado: un túnel de viento! ¡Siempre quise probar uno!



Inexplicablemente, es gratis. Estos zaragozanos parecen tontos, fuera esto Barcelona y de los seis euracos no te libra ni Dios. 

Lo que no pude encontrar es la Cafetería, ni tampoco la tienda de regalos. Como estoy en el Grupo de Resistencia Vecinal, no voy a comprarme nada con la imagen del Transformer, pero me hubiera gustado llevarme una taza con la foto de su primo, el de Madrid. 





En lugar de eso había cuadros (algunos muy bonitos, pero no te dejan fotocopiarlos) y unas banderas horrorosas (seguro que esas te las regalan). Te dejan ver la tele un rato, pero sólo dan un canal, de dos catalanes en el Pirineo... 

Ah claro, y las obras de Pablo Serrano. 

Pablo era un señor que metía clavos en un bloque de madera y luego lo quemaba en el patio. El resultado son unas piezas de metal renegrido, abiertas como si tuvieran una herida y vacías. 
A Pablo se le ocurrió que a través del vacío se presentía el objeto primario, el bloque de madera. 
Que a través del hueco que deja un cadáver descompuesto en un sarcófago podemos adivinar al hombre que lo habitaba. Que el ser humano, sabiendo que ha de consumirse, como el bloque de madera, se construye a lo largo de su vida una enorme bóveda metálica, un gran sarcófago hecho de su casa, su coche, sus obras, su familia... 

Aquí salgo yo, leyéndolo todo, interesadísima...
No si al final el Transformer me va a gustar y todo. Tendré que andarme con ojo si no quiero que mis vecinos me linchen... 

Salí del Museo mareada (el Túnel de Viento es lo que tiene) y confusa. 

Pablo ¿es esta tu Bóveda? ¿la que merecías? ¿inspirada en tu búsqueda y tu escucha? ¿eres tú el estimulante vacío que se percibe en ella?

¿o es la Bóveda de Jose Manuel, un hombre que evidentemente, ama el Alpolic y odia mis vecinos?


Jo, estoy hecha un lío. 

Ahora ya no sé qué hacer con la dinamita casera que hemos reunido en la Portería... 
Me da que a la Reme no le va a gustar que me eche atrás... pero me la pela. 

No puedo renunciar a tener una tienda de souvenirs al lado de casa y si se pone chula, le diré al Transformer que le aplaste la piscina de la azotea.  


1 comentario:

Anónimo dijo...

una refelxion estupenda!!!!!! ahora te sigo a menudo porque lo que leo revive ese aspecto critico de la miriam que lleva escondido algun tiempo , no se muy bien porque. gracis por los buenos ratos.
pd: la verdad es que es feisimo el museo.