lunes, 18 de octubre de 2010

GH12

Al principio, los concursantes de Gran Hermano son como un vestido nuevo. Lo sacas de la bolsa y lo cuelgas en una percha en la puerta del armario. Su fascinante presencia parece embellecer la habitación y tu vida. Está lleno de posibilidades y lleva en el brillo de sus colores (este año nunca mejor dicho) y en su impecable planchado la promesa de una mejora en tu situación. 

Acabado el concurso, los participantes son como un viejo chándal comprado en los chinos. Le falta calidad para ser entrañable, y termina estorbando en el doble fondo de los estantes. Una no puede tirarlo porque, como decía mi amiga Diana D.,  "siempre hay que tener ropa de mierda con la que teñirse o pintar la casa".

Entre la primera Gala y la última, median docenas de "centrifugados" a lejía viva que la productora y los programas satélites perpetran contra los chavales, cuya único delito generalmente, es creerse que de ésta triunfarán (lo que en España significa terminar de pagar tu piso o comprarle una casa a tus padres).

Pero no sólo los participantes sufren esa depreciación. El programa también se degrada. Parece que las eternas discusiones forzadas por el hambre generaran un clima de podredumbre que atrajera a las moscas en enjambres. Las cámaras están sucias, la casa desordenada y al menos dos personas fijas fumando en el falso patio, despellejando a sus compañeros (generalmente mujeres) mientras tiritan bajo las mantas. 

Afuera, los comentaristas se insultan a grito pelado en los corrillos, de manera que ninguna frase alcance las tres palabras antes de ser interrumpida por el resto de la jauría. Lo desolador es que el mismo formato les sirve para los programas de "debate" político. 

Entre los descarnados agudos, silicona, rinoplastias, fotodepilaciones y ése estilo inconfundible de ropa que Tele5 imprime en sus trabajadores y que te hace preguntarte si estás en una televisión nacional o en un canal porno, aunque la que aparezca en pantalla sea Maria Antonia Iglesias.

Resulta imposible escaparse del concurso. Internet, los zápings, un amigo o compañero de trabajo, te van a reclamar para mostrarte la última bronca o el polvo de rigor bajo las sábanas, con suerte alguna frikada tipo vaca. 

Pero no hace falta ver mucho más que eso para enterarse del concurso. Yo te lo resumo, es muy fácil. Unos follan, éstos discuten y gana un buen chico, porque las culpables siempre somos las mujeres.

Ideología Berlusconi en estado puro. 
Es tan sórdido que resulta agotador.

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