lunes, 31 de octubre de 2011

Samaín

Dicen que esta noche, los muertos tienen permiso para caminar entre los vivos, así que chichas, si salís de marcha y ligáis, aseguráos de que el notas no sea un Walking Dead antes de que os toque. La premisa, ya sabéis: ellos no hablan.

Esta noche, tras haber realizado los rituales, con suerte, vendrá la abuela a visitarme en sueños. Se sentará en el borde de la cama y me peinará. Le diré lo mucho que echo de menos los veranos con ella en el pueblo y le volveré a preguntar la receta del relleno del cocido.
Dijo que se llevaría el secreto a la tumba y lo cumplió. No se habló nada en cambio de traerlo de vuelta una noche de Samaín para complacer a una nieta vegana y golosa que se muere por saborear otra vez aquellas pelotas de pan rallado que flotaban como esponjas en el caldo de los garbanzos...

Puedo intentar, por otro lado, sonsacar al tío Fabián, el ricachón de la familia. Ahí sigue su casa en el pueblo, junto al Parque de los Enamorados. Hermosa, enorme, vacía. Se murió soltero y se rumorea que dejó guardados varios millones en un colchón. Yo solía jugar al escondite en esa casa con mis otros primos, y me consta que mi tío tenía una debilidad conmigo: nunca me delataba.
A lo mejor consigo que me tome de la mano otra vez, como cuando era niña, y me guíe por oscuros pasadizos hasta una buhardilla secreta, donde por fin aparezca su famosa fortuna en billetes de mil de los años cincuenta...
Claro que con la suerte que tengo, seguro que me toca pagar un impuesto de cojones a la hora de pasarlos a euros, y me encuentro con que al final, la ganancia se reduce a 50 lerus para irse de cena (que tampoco estaría mal).

Escribiré mis propósitos de Año Nuevo y los enterraré, porque al igual que las semillas los deseos necesitan silencio, oscuridad, invierno. Es una incubadora natural.
Bajo la tierra, nuestras ilusiones se esconden de la muerte haciéndose pasar por hijas suyas, haciéndole creer que todo está perdido y que a la vez que el Sol se apaga, nosotros nos rendiremos y ellas morirán.
Pero cuando el Sol renace en Yule (Navidad), los deseos revelan su verdadera naturaleza, están llenos de vida y de futuro.
Germinan ocultos todavía, con sigilo y determinación. Trepan abriéndose camino en nuestro pecho con una fuerza inquebrantable. Tozudos, convencidos... nuestros deseos ya no son vagas ilusiones, se han convertido en Intenciones y van a dirigir nuestra Voluntad.

Escribir los propósitos es importante, y no quiero que me interrumpa gente indeseable como aquella profesora de matemáticas que me ponía de rodillas si el ejercicio me salía mal, menuda bruja.

Haré como las Antiguas y dejaré dulces en la puerta para entretener a los fantasmas lamineros. Mazapán, caramelo, chocolate...  seguro que así me dejan en paz.

Feliz Samaín, Feliz Año Nuevo.

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