miércoles, 22 de septiembre de 2010

Mi Paraíso...


Son pocas las ciudades en las que resulta normal salir de tu casa a pagar un recibo y acabar así: 





esto es una pausa antes de ir al supermercado... 


Que habría una pausa de camino al Eroski estaba cantado: soy española y me adscribo al rollo ese de "Trabajar para Vivir en lugar de Vivir para Trabajar"...  

(aunque a veces tengo la sensación de Trabajar para Pagar) 

(a Visa, concretamente) 

sólo que en Madrid me hubiera tomado un café y aquí... que si para qué voy por Joan Maragall pudiendo cruzar por la playa... que si aún está el agua calentica y un bañito corto podría caer... que total, estos conjuntos del Woman Secret pasan por bikinis perfectamente y además ¿no tenía yo una toalla en el maletero?



y otra vez estoy en la playa...
Estoy de playas, improvisado, de camino, huyendo de las primeras nubes, comprobando la dirección del viento para adivinar hacia dónde se irá la tormenta y qué calas quedan al sol... 


Los últimos rayos de la tarde, los escalofríos al entrar al agua, mi pelo hecho un burrullo por el viento...
Porque chica, esto se acaba. Me quedan cuatro días de Paraíso. Para ser abandonada a mi suerte en esas urbes histriónicas donde yo suelo habitar. 
Metrópolis donde los errores cuentan, porque no hay arena en la que enterrarse ni agua salada que te lime las aristas. Ciudades en las que es imperativo ir calzada, y vestida; pero vestida de verdad: con botones y bufandas. 
Capitales y capitales de provincia en las que no sirve de nada la frase: "Pero es que yo tengo un vuelo para ese fin de semana..."






Lugares salvajes, vaya, que al contrario que la Isla, están dentro del tiempo y el espacio general. 

O dicho de otro modo, me vuelvo a la Península, donde me esperan los mismos conflictos que dejé sin resolver. Y me vuelvo porque si me quedara aquí, mis problemas me seguirían, y entonces Mallorca dejaría de ser Mi Paraíso.


Así que adiós querida, querida Roqueta, y como siempre gracias.






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