ARRECIFE
Los datos del cliente aparecen en gris sobre la pantalla y escucho los tonos de llamada. Es canario. De algún lugar llamado Arrecife que por fuerza debe ser hermoso.
Imagino playas de arena negra donde el cliente hace el amor a las olas en traje de neopreno. Desconoce la existencia de supermercados u oficinas. Seguro que es alto, de cabello largo y rubio enmarañado en sal. Me atenderá encorvado, protegiendo el teléfono de la calima, con la tabla de surf a los pies.
El cliente descuelga y su acento me acaricia el oído. Le amo por un instante... y después empiezo a vender.
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