domingo, 23 de enero de 2011

Sabiduría


Él es guapo, cordial y distante. Ellas están empeñadas en que además es muchas cosas:


  • Romántico.
  • Atormentado. 
  • Engreído.
  • Enmadrado.
  • Mujeriego. 


Yo creo... que va a lo suyo, como yo intento ir a lo mío. 


Una dice que algo le ocurre, que no es el mismo que hace unos días. Que sufre. Evidentemente, sólo ella le podrá salvar. 
Yo opino que si necesitara apoyo moral, el muchacho lo pediría. 

La otra insinúa que debe estar cansado de chicas guapas y tontas, que le vendría bien, que aún no lo sabe pero inconscientemente lo intuye, enamorarse de una mujer sencilla, noble, dulce... ella no hará nada para conseguirlo. Sólo poner ojitos y esperar. 

Aquélla pierde los papeles y a gritos, propone tirárselo, que todo el mundo se entere y que, cuando vengan a preguntarle qué tal es el chaval en la cama, ella contestará: "en realidad no vale nada... los he visto mejores..."

... es verdad, los hay mejores. Peores también. Pero aún así el sexo con él me gusta. 
Nuestras caderas juntas forman una figura perfecta. 
Me horroriza pensar que semejantes locas pudieran opinar sobre nosotros. 
Por eso me lo callo. Porque es nuestro. 

Escucho lo que dicen estas sabias mujeres, que siempre me interrumpen cuando intento hablar. 
Que me arrinconan en el extremo triste de la mesa para estar seguras de tener público mientras se exhiben, haciendo gala de su extraordinaria fuerza interior, experiencia o bondad. Cuando terminan sus monólogos, me marcho, a duras penas. 
Me quieren mucho, dicen, no saben lo que pienso porque no me escuchan, pero me quieren. Sin mi la noche no será lo mismo. 


Podéis jurarlo, ya no habrá nadie a quien devorar. 


De camino a casa le llamo. 

- ¿Dónde paras?
- Salgo del entrenamiento. 
- Me voy a casa ¿vienes?
- Vale ¿Llevo algo?
- No hace falta. 
- ¿Qué tal con éstas?
- ... bueno... bien. 
- Es que no sé para qué quedas, si luego vienes peor. 
- No sé, por variar de gente...


Nos encerramos en mi casa y por un tiempo nos queremos. Al día siguiente se levanta pronto. Se ducha, desayuna y se va al trabajo en autobús. 
Yo tengo más tiempo porque voy en coche. 

Nos saludamos al entrar a la oficina, generalmente él está haciendo el café, le sale buenísimo. Sonríe. Guapo, cordial y distante.

Mis tres monitas sabias me acorralan nada más llegar. Tienen muchas cosas que contarme... la noche fue salvaje, ligaron mucho, y yo me lo perdí. 
Le voy dando sorbitos al café con calma, porque le huelo en mis manos. 
Sí es verdad, soy una triste. Si sigo así me quedaré sola. Aún soy joven y debo divertirme. 

Sí es cierto, tengo que esforzarme y salir más.